Los conflictos son una de las claves de una buena historia. Lo que diferencia una trama intensa de una trama aburrida. Para crear conflictos es crucial que sus artífices sean personajes creíbles, tanto ellos como sus motivos deben ser realistas y consecuentes. Si dos personajes tienen un enfrentamiento por intereses dispares, ambos deben tener justificado el porqué de ese objetivo. Si el propósito pesa muy poco en comparación al conflicto, éste pierde realismo. Del mismo modo que una enemistad debe ser proporcional al motivo que la ha causado.
Por poner un ejemplo: Kyle es un ladrón de bancos que durante un atraco asesinó al hermano de Smith. Éste último, al ver que la policía no actuaba debidamente, decide tomarse la justicia por su mano y jura matar a Kyle para vengar a su hermano. Kyle, por su parte, quiere matar a Smith, pues fue el policía infiltrado que saboteó su plan mientras atracaba el banco y por su culpa perdió a toda su banda en el tiroteo. Atendiendo a este conflicto, a todos nos resulta lógico que tanto Smith como Kyle se quieran matar mutuamente. El motivo de ambos pesa lo suficiente como para comprometerse con la ley hasta el punto de llevar a cabo un asesinato por venganza.
Planteemos ahora un ejemplo distinto: Joe estaba sacando dinero del banco, cuando una banda de atracadores entraron y asaltaron la caja fuerte. En el transcurso del atraco, a uno de los atracadores le gustó el reloj de Joe y se lo quitó sin más. Cuando los atracadores huyeron, Joe juró por su vida que mataría a aquel ladrón que le había robado el reloj. O Joe está loco, o ese reloj es una máquina del tiempo. Si no es así, el lector arqueará una ceja ante el firme e ilógico propósito de Joe de asesinar a un hombre simplemente porque le robó el reloj. Por muy traumática o humillante que fuese la experiencia, una persona cuerda no se juega una cadena perpetua en prisión por recuperar su reloj. Por mucho valor sentimental que tuviese el reloj, o por muy caro que fuese, la vida de una persona siempre va a ser mucho más valiosa que eso.
Para mantener una coherencia en la historia, debemos interpretar a nuestros personajes con un comportamiento entendible por el lector, de manera que pueda empatizar con estos. Si actúan de un modo incoherente y sus actos no están impulsados por un motivo de peso similar, el lector no podrá identificar el drama de la escena porque no conectará ni con la situación ni con los personajes.
Cómo crear y clasificar los conflictos
Si estás construyendo una historia y te cuesta crear los conflictos, toma nota. Los siguientes consejos también sirven para diseñar una campaña de rol, al fin y al cabo es un método que funciona con cualquier trasfondo de cualquier tipo de historia. Coge papel y lápiz y haz dos grupos «Conflictos generales» y «Conflictos personales».
Conflictos generales
Son aquellos enfrentamientos o disputas que se llevan a cabo entre un grupo numeroso de personas, ya sea una organización, un país o un mundo entero. Si dos países están en guerra, esto sería un conflicto general. Pues aunque ninguno de los protagonistas formen parte de una ideología política, el hecho de que exista una guerra va a repercutir en la historia sí o sí. El mero hecho de que la nacionalidad de uno de los personajes principales sea de uno de los países integrantes del conflicto, comparta o no lo ideales del enfrentamiento, va a repercutirle de algún modo tarde o temprano. Podría decirse que los conflictos generales son aquellos conflictos de una magnitud tan inmensa, que afectan a los personajes al margen de su voluntad.
Conflictos individuales
Son los objetivos personales, tanto de protagonistas como antagonistas, principales o secundarios, que llevan a dos individuos a enfrentarse entre sí. Cuando dos personajes tienen un objetivo opuesto, independientemente de su relación, esto genera un conflicto y una conexión entre ellos. No es necesario que fuesen enemigos anteriormente. De hecho, es más interesante crear conflictos entre amigos, amantes, hermanos, padres e hijos. En definitiva, entre relaciones estrechas. Esto brinda la posibilidad de indagar en las emociones de los personajes y crear conflictos morales que darán a la historia un tinte emocional que cautivará al lector.
Clasifica los enfrentamientos y disputas en estos dos grandes grupos. De manera que puedas discernir mejor los propósitos por separado y globales de los conflictos de tu historia. De esta manera, si un personaje sostiene un propósito individual al mismo tiempo que pertenece a una organización con un objetivo distinto e incompatible, tienes varias opciones: sacarle jugo y hacer que ese personaje tenga un debate moral interno, o corregir el error para no tener incongruencias en tu historia. O puedes aprovechar la ironía y utilizarla como un recurso enriquecedor para tu historia. El mejor ejemplo para este caso es Romeo y Julieta, de W. Shakespeare, donde los miembros de dos familias enfrentadas (conflicto general) se enamoran. Deciden dejar de lado a su familia para estar juntos, lo que genera un enfrentamiento entre ellos y sus respectivas familias (conflicto individual). Resulta irónico enamorarse justamente de tu enemigo, pero ahí precisamente reside el encanto de este conflicto tan peculiar.
Es esencial entender que, por lo general, una persona cuerda no se guía por una única y absoluta idea que rige su vida. Las personas encontramos intereses nuevos cada día y muchos de ellos resultan ser contradictorios a los que ya teníamos. Un personaje es igual. No te limites a diseñar mentes planas y sin personalidad, incapaces de razonar y sin posibilidad de cambiar de opinión. Busca el realismo y humaniza a tus personajes para que el lector pueda empatizar más fácilmente. Recuerda: cuanto más reales son los personajes de una historia, más fácil es sumergirse y crear lazos con ellos. Es un aderezo a la narrativa que todo lector agradece.