¿Te has planteado escribir una novela o relato de fantasía épica? ¿Sí? Pues te felicito, porque has elegido un género maravilloso. Este género es, junto a la ciencia ficción, el que mayor inventiva requiere por parte del escritor, y quizá por ello es de los más divertidos de desarrollar. Ofrece además muchísimas posibilidades narrativas y es, en lo personal, mi género favorito y el que evidencia toda la capacidad creativa del autor.
Pero para aprender a desarrollar una historia de fantasía épica primero hay que entender y conocer el concepto y sus características.
¿Qué es la fantasía épica?
También conocida como fantasía heroica, la fantasía épica es un género narrativo perteneciente al subgénero fantástico. Algunas de las novelas y sagas más célebres de este tipo son: El Señor de los Anillos, de J.R.R. Tolkien y El hobbit, también de Tolkien, Canción de Hielo y Fuego, de George R.R. Martin, Willow, de Wayland Drew, La historia Interminable, de Michael Ende, Las crónicas de Elric de Melniboné, de Michael Moorcock, El Nombre del Viento, de Patrick Rothfuss, y Las crónicas de Narnia, de C.S. Lewis.
Al ser un subgénero tan amplio en su temática y polivalente, es difícil encajar todas estas historias en una misma descripción. No obstante, en la introducción de un libro de Conan el Bárbaro se le da una definición bastante acertada. El género ha evolucionado con el tiempo y ahora serían necesarias otras palabras para plasmarlo mejor. Aún así, es una definición clara que capta la esencia y el origen de dicho subgénero:
Se trata de un tipo de relato fantástico cuya acción transcurre en un mundo imaginario -a veces nuestro planeta como en otros tiempos se supuso que era o como acaso sea en un futuro remoto, a veces otro universo u otra dimensión- donde la magia es eficaz y todos los hombres son poderosos, todas las mujeres bellas, todos los problemas simples y todas las vidas aventureras.
El escritor Fritz Leiber acuñó la definición «de espada y brujería» muy acertadamente para referirse a un subgénero derivado de la propia fantasía épica. Estas dos palabras resumen bastante bien el concepto, pero no en su totalidad. ¿Entendemos realmente lo que implica añadir la palabra «épica» al género fantástico?
¿Épica?
A menudo se confunde el género de fantasía moderna con fantasía épica, o directamente a cualquier historia perteneciente al género de la literatura fantástica se le añade la coletilla de «épica». Esto es erróneo. Es difícil definir lo que la épica representa a día de hoy en la fantasía, pues el término ha derivado mucho desde que fue acuñado en los texto clásicos.
La fantasía es una alteración de la realidad que conocemos, pero es necesario que existan personajes y eventos increíblemente excepcionales que encajen en ese mundo sin tambalear el realismo.
Es un buen momento para rescatar una frase de Julio Cortázar sobre la diferencia entre fantasía y fantasía épica.
Sólo la alteración momentánea dentro de la regularidad delata lo fantástico, pero es necesario que lo excepcional pase también a ser regla sin desplazar las estructuras ordinarias en las cuales se ha insertado.
Julio Cortázar
Para comprenderlo es conveniente saber qué características conforman al susodicho subgénero.
Características de la fantasía épica
Si hay algo que abunda y que comparten la inmensa mayoría de historias de fantasía épica son los siguientes elementos:
Los protagonistas fueron, son, o serán héroes de leyenda.
Esta característica tiene su origen en la literatura islandesa y escandinava, donde los protagonistas son casi siempre jóvenes, incluso niños, con unas dotes sobrehumanas. Ya de nacimiento tienen una estrella que les marca como héroes. Este tipo de personajes legendarios son la piedra angular de toda fantasía épica, pues son sus acciones épicas las que conforman la magnitud de la historia.
A menudo se asocia la figura del héroe con la del guerrero, como casi todos los héroes grecorromanos: Aquiles, Hércules, Ulises, Perseo… En dicha cultura se relacionan las heroicidades con matar monstruos, gigantes y bestias. Pero no siempre es así. Existe otra clase de héroes no menos válidos que los que portan lanza y escudo. Y no se me ocurre mejor ejemplo que los dos protagonistas hobbits de El Señor de los Anillos. La determinación de Frodo Bolsón y la lealtad y el coraje de Samsagaz Gamyi, a pesar de no ser bravos guerreros, los convierten a ambos en auténticos héroes de leyenda. Pues son estas virtudes, y no su fuerza o sus armas, las que les llevan a lograr grandes hazañas.
Presencia de seres fantásticos y criaturas mitológicas.
Dándole un buen uso literal a la fantasía, todo mundo fantástico que se precie debe contar con unos cuantos seres extraordinarios y sobrenaturales. Desde razas exóticas como elfos, hasta monstruosas criaturas gigantes y con tres cabezas. La mitología antigua es la fuente de inspiración principal.
Accidentes geográficos imposibles y arquitectura sobrecogedora.
No es suficiente con torres altas, castillos con foso y puentes de piedra. Las torres tocan el cielo, los castillos se construyen flanqueados por acantilados por los tres lados y los puentes son colosales construcciones que atraviesan mares enteros. Donde puede haber una estatua, se construye un coloso de veinte metros. Y donde pueda haber un muro, se levanta una muralla que bloquea al Sol. Las construcciones son exageradas y en muchas ocasiones se dejan de lado las leyes de la física, sólo si con ello se consigue impresionar al lector.
Los accidentes geográficos, al igual que los ecosistemas, también se exageran, dándoles esas pinceladas de leyenda que tienen todas las figuras del género. Los bosques abarcan continentes enteros, las altas cascadas atraviesan las nubes al caer, las montañas arañan la estratosfera… Casi todo vale con tal de sobrecoger al lector. Eso sí, con cuidado. Exagerar demasiado, hasta abarcar el surrealismo, puede desmontar nuestro mundo de ficción por completo.
El eterno viaje como recurso narrativo para la aventura.
La forma más directa de vivir aventuras es viajando. Por ello los héroes de este género siempre van de un lado para otros en pos de una causa u otra. No hay historia épica que se precie sin un largo viaje lleno de peligros.
La magia no sólo existe, sino que se impone a la tecnología.
A menudo la ambientación ficticia responde a un carácter medieval y antiguo, en un plano de tiempo indefinido y poco desarrollado. La tecnología queda relegada por la magia. Siendo el mundo un lugar tecnológicamente atrasado pero con una fuerte influencia y desarrollo mágico. Puede que no existan los barcos a vapor, pero los magos son capaces de manipular los vientos a su antojo y lograr que soplen de manera favorable, como ocurre en Terramar.
Objetos mágicos a tutiplén.
Si existe la magia existen los objetos mágicos. Es un recurso muy frecuente en este tipo de literatura y que generalmente da buen resultado. Se trata de artefactos, gemas o abalorios que encierran un gran poder mágico y son capaces de obrar maravillas con un uso acertado. La existencia de este tipo de objetos le da un valor añadido al trasfondo, haciendo del mundo un lugar más misterioso y elegante.
Donde nacen las leyendas
Si todo en el mundo es excepcional, los héroes y sus hazañas tendrán dificultades para destacar. Hay que mantener la credibilidad del mundo, aportando la dosis adecuada de fantasía. Asombrar al lector con un mundo imposible, pero creíble, a la vez que los héroes logran hazañas legendarias sin que la historia pierda un atisbo de credibilidad. Eso es épico. Desde la literatura de Tolkien ha existido una tendencia a convertir los mundos imaginarios en mundos posibles, gracias a un trasfondo extremadamente detallado. En El Señor de los Anillos la lengua élfica fue diseñada y desarrollada por el propio escritor como una lengua real, además de muchos apéndices y datos históricos concretos de su mundo. Este empeño adicional añade una gran coherencia narrativa y enriquece de sobremanera la historia en sí. Lo que nos lleva a pensar
que, los mundos que creamos, cuanto más perfilados y detallados estén, mejor. Aunque haya montañas de información que no aparecen en la historia principal, su mera existencia añade un realismo y una solidez narrativa que se refleja en cada rincón del mundo. Respecto a los personajes, el quid son los héroes. Todos los personajes de la ambientación que les rodean están subyugadas a su presencia. Por muy trabajador que sea el herrero, o por muy honrado que sea el panadero, estas virtudes quedarán eclipsadas por los héroes que cabalgan hasta el fin del mundo para enfrentarse a criaturas imposibles y darles muerte con una espada mágica. Por mucho que intentes enaltecer el esfuerzo cotidiano no será nada en comparación al esfuerzo heroico.
¿Quieres escribir fantasía épica? Pues recuerda…
El mundo debe ser un lugar realista y convincente, donde habitan criaturas imposibles y seres extraordinarios. Aderezado con magia y objetos de poder. Aunque suene contradictorio, la clave está en hacer que un dragón sea algo convincente, viable.
Te sorprendería que de repente apareciese un dragón en La Isla del Tesoro de Louis Stevenson (una novela de piratas), quedaría poco convincente y fuera de lugar. Pero si aparece un dragón en los mares de Terramar, donde estas fabulosas criaturas forman parte del mundo casi tanto o más que los humanos, ¿a qué ni siquiera te pararías a pensar si es o no coherente su existencia? ¡Porque claro que lo es!
Los habitantes de ese mundo deben de ser conscientes de qué clase de prodigios puede hacer la magia, aunque sólo sea de oídas. Del mismo modo que un biólogo puede tener escamas de dragón y plumas de harpía en su laboratorio. Esos pequeños detalles ayudan al espectador a familiarizarse con su entorno y hacen que lo imposible sea posible.
La imaginación no tiene límites. Y si escribes algo convincente con inteligencia, romperás los límites de lo convencional y habrás creado tu propio mundo fantástico. El escenario perfecto para que dé comienzo esa historia de fantasía épica que dejará a tus lectores boquiabiertos.