Un miedo muy común del escritor es el temor a que su trabajo se parezca demasiado al de otro y que, como consecuencia, se le acuse de robar ideas. A veces, incluso tenemos una idea que nos resulta tan genial que pensamos: “esto tiene que existir, alguien debe de haber escrito algo sobre esto. Es imposible que yo sea el primero al que se le haya ocurrido semejante genialidad”. Entonces nos invade ese miedo que nos bloquea, ese miedo que nos hace temer que, en cualquier momento, alguien nos dirá que eso ya existe, que ya se escribió sobre el tema, y que encima es un libro famoso.
Es imposible conocer todo lo que se ha escrito a lo largo de los siglos y en todos los lugares del mundo, es imposible saber qué ideas existen y cuáles no. No obstante, a día de hoy internet nos facilita mucho este trabajo. Si queremos saber si ya se ha explotado cierto tema basta con escribir en Google y mirar el número de resultados encontrados. No obstante, muchas ideas no se pueden plasmar en una simple búsqueda de Google. Y son precisamente esas ideas las que nos dejan con la duda de ¿se habrá escrito esto antes?.
La respuesta es sencilla: da igual. No importa que a dos personas en puntos opuestos del planeta se les ocurra la misma idea al mismo tiempo y decidan escribir un libro sobre ello. Da igual, en serio. Porque, por muy similares que sean las historias, es absolutamente imposible que sean idénticas palabra por palabra. Habrá matices que las diferenciarán y si te encanta un libro de una temática ¿qué tiene de malo leer otro similar? Eso no es plagiar, plagiar es cuando se copia un texto descaradamente, párrafo por párrafo.
Luego, está lo que podemos definir como plagio creativo. Se trata de apropiarse de ideas ajenas y personales. Es decir, existen ideas generales que serían aquellas que se les pueden ocurrir a cualquiera, por ejemplo… una historia de piratas. Es algo muy típico y recurrente para el género de aventura, hasta tal punto de que casi se ha convertido en un género en sí. Y luego están las ideas singulares, que son aquellas ideas tan exclusivas que definen una obra por su contexto. Por ejemplo, la historia de un hobbit que viaja a través de La Tierra Media para arrojar un anillo al Monte del Destino es un concepto con nombre y apellidos. Escribir sobre él, cambiando sólo los nombres y algún que otro detalle, sería un claro ejemplo de plagio descarado. Si yo le digo a un amigo “estoy escribiendo una historia de piratas”, ten por seguro que no se le vendrá un único libro en concreto a la cabeza, ni tomará esa idea como un intento de plagio, simplemente lo verá como una aventura más en un universo tan emocionante como el de los piratas. Pero, si yo le digo a mi amigo “estoy escribiendo un libro sobre un tipo que tiene que lanzar un anillo a un volcán para destruirlo”. Automáticamente mi amigo pensará en El Señor de los Anillos de J.R.R. Tokien, y verá la idea como un intento de copia descarado. He ahí la diferencia entre escribir sobre una idea recurrente y una idea exclusiva.
Esto no quiere decir que si escribimos sobre piratas no estamos siendo originales, ni que si escribimos sobre algo que ya existe seamos unos ladrones de ideas, ni que por lo tanto lo mejor es inventar desde la nada nuestra historia. Intentar crear algo totalmente nuevo es una idea ridícula y pretenciosa. Es sencillamente imposible. Siempre habrá algo que se parezca a otro algo. Siempre. Sin embargo, reescribir una historia desde otro punto de vista es una herramienta de las más poderosas. Todo depende de cómo se haga. Uno mismo sabe cuando está plagiando y cuando está innovando sobre algo ya existente. No es necesario explicar cómo saber si estás o no copiando, porque si estás plagiando, lo sabes. Y si simplemente te estás inspirando en algo para crear tu propia historia, entonces no hay nada que temer. Esto ocurre siempre.
Al fin y al cabo, todo cuanto conocemos en el ámbito artístico ha sido posible gracias a la creación de obras previas. El hombre no sería capaz de pintar las obras que a día de hoy conocemos si a lo largo de los siglos no se hubiesen imitado y copiado mutuamente los artistas. Esa evolución pictórica ha tenido lugar gracias a que los pintores han sabido valorar, aprender, imitar y mejorar el arte existente en cada etapa de la Historia. Lo mismo ocurre con la escritura.
El plagio es necesario. Está implícito en el progreso”
-Conde de Lautréamont
Impregnarse de ideas ya existentes para fomentar la inspiración forma parte del proceso creativo. Dicho de otro modo: nuestras ideas nacen de otras ideas que ya conocemos. Mezclar ideas para tener nuevas ideas, o mejorar ideas existentes para crear ideas mejores, en eso consiste la evolución creativa. Si hoy tenemos El Rey León, es porque Shakespeare escribió Hamlet. Y no, no es un plagio de Disney. Disney fue más que consciente de que tomó Hamlet como base para su historia. Es la misma historia, contada de un modo diferente. Y nadie puede negar que se trata de una de las mejores películas de animación de todos los tiempos.
También es importante tener en cuenta que una misma realidad puede ser interpretada de distintas maneras. ¿A cuántos de nosotros no nos encantaría releer nuestra novela favorita reescrita desde el punto de vista de otro de los personajes? volviendo a El Señor de los Anillos, ¿no sería genial leer la trilogía desde el punto de vista de Sauron y Saruman (los villanos), como si estos fuesen los héroes de la historia? Estoy seguro de que a muchos les encantaría. Y es la misma historia, pero contada de un modo distinto. Por ello, siempre que se aporte algo diferente o nuevo merecerá la pena ser leído. Si contamos con el permiso o con los derechos de una obra, ¿qué tiene de malo reinventarse y escribirla dándole un enfoque distinto?
Otra cosa muy distinta es la apropiación de una obra. Coger una idea y copiarla palabra por palabra, sin aportar ninguna idea, ni ninguna perspectiva nueva, es la misma historia firmada con otro nombre. Eso es plagio y está penado por la ley.
Además, un ladrón sabe que está robando. Escribir algo apoyándose en las ideas fundamentales de otra historia, puede que sea más difícil de declarar como plagio pero, como escritor, estás dejando mucho que desear.
No obstante, aún dicho todo esto, queda a criterio de cada uno determinar la originalidad de sus propias ideas con respecto a la inspiración de la que surgieron. Aunque bien es cierto que toda historia merece ser contada, se han llegado a dar situaciones donde la imitación es tal, que para aquel que conoce la obra original llega a resultar un poco incómoda la lectura. Lo óptimo es tomar las ideas más superfluas de otras historias como una fórmula para encauzar nuestra historia, una historia propia y original, salpicada con esto y aquello. De este modo habrás creado algo totalmente nuevo y maravilloso, apoyándote únicamente en ideas camufladas de tu historia.