Artículo reeditado y actualizado a 12 de Octubre de 2015.
Palabras Raras y el Orgullo del Escritor
La soberbia es un veneno para el escritor. Si el escritor es bueno y arrogante, la soberbia tarde o temprano le traicionará y ese exceso de confianza dará lugar a historias mediocres, errores en la composición, personajes planos y un largo etcétera. Si crees que todo lo que haces es genial, aunque realmente lo sea, llegará un momento en que serás incapaz de distinguir lo bueno de lo malo y tu criterio quedará atrofiado. Si el escritor es malo y encima es arrogante, las consecuencias son sencillamente catastróficas. Esto no sólo ocurre en la escritura, está presente en cualquier tipo de expresión artística.
A modo de metáfora, imaginemos que el escritor es un conductor y su conducción su capacidad de escritura. Si el escritor conduce bien, basta con que se limite a conducir bien todo el trayecto. Pero si tras varias horas conduciendo decide relajarse y empieza a distraerse al volante con tonterías, corre el riesgo de estrellarse en el momento menos pensado. Por otro lado, si el conductor es una persona que no ha conducido en su vida pero está convencida de que sabe conducir, el resultado de ese individuo al volante será fácilmente predecible. Con la escritura y con el arte en general pasa algo parecido. Cuando no aceptamos nuestras limitaciones, nos las encontramos detrás de un fuerte tortazo contra la realidad.
¿Y a qué viene todo esto?
¿Qué tiene que ver la arrogancia con escribir palabras raras? Simple: Escribir con palabras raras solamente porque son raras, es un claro síntoma de arrogancia. En algunos casos simplemente está generado por la errónea e inocente creencia de que no se puede escribir un buen libro con un lenguaje coloquial. Pero en la mayoría de casos, cuando encontramos textos amateur escritos con un vocabulario que ni el mismísimo Cervantes conocería, es simplemente porque esos autores quieren disfrazar su inexperiencia con el diccionario.
¿Por qué es esto tan evidente?
Porque la mayoría de personas que cometen este error ignoran un aspecto fundamental y de suma importancia que todo escritor que se precie debe conocer: Si las frases fuesen colores, los sinónimos serían los matices de cada color. Es decir, son tonos diferentes, que deben ser usados en armonía con el contexto.
Es errónea la creencia de que un sinónimo es simplemente una palabra que puedes usar en lugar de otra si te apetece. Las palabras sinónimas poseen una definición casi idéntica, sí, pero siempre existe una ligera variación entre ellas. Es esa variación precisamente la que hace que una palabra funcione mejor que su sinónimo en una frase, porque es el matiz correcto para ese color.
No seas arrogante. Nunca escribas utilizando palabras cuyo significado desconozcas. Ni escribas usando palabras recién aprendidas de cuyo significado no estás del todo seguro. Y por supuesto, no busques en el diccionario de sinónimos la palabra más rara, para usarla en lugar de la que ya habías pensado simplemente porque suena cool o porque pretendes parecer más intelectual. Así no funciona esto. El primer paso es aceptar y reconocer tu vocabulario y tu capacidad de expresión, sin pretensiones. La práctica hace al maestro y es únicamente escribiendo como nos convertimos en escritores.
Un buen escritor escribe desde dentro, sin pretensiones. Escribe para saciar una necesidad de expresión autoimpuesta. En eso precisamente consiste el arte. No necesitas hacer filigranas con el texto para sentir que eres un buen escritor. Contentate con escribir desde lo personal, mediante la técnica, hasta el papel. Es todo cuanto necesitas para empezar a forjar tu propio estilo narrativo.