No, no existe el azar en una historia que se precie
Seguro que esta afirmación ha hecho a más de uno arquear una ceja. Pero por muy extraño que nos resulte de entender, es así. El azar en una historia no es nada recomendable. Me explico: cuando el lector lee, quiere que todo tenga un porqué, quiere que los acontecimientos importantes estén perfectamente explicados y tengan una razón de ser realista, nunca más azarosa de lo humanamente creíble.
Puedes usar el azar una vez en tu novela, no pasa nada. Pero nunca abuses de la suerte en ella, porque perderás credibilidad y el lector dejará de estar en tensión durante la lectura. Imagina que estás leyendo una novela donde el protagonista se ha salvado en múltiples ocasiones por cuestiones de azar. Por poner un ejemplo: en el último tiroteo contra su archienemigo el arma de éste último tuvo la mala suerte de encasquillarse, permitiendo al héroe salir airoso de la situación.
Un golpe de suerte dentro de toda la historia está bien, es creíble. Pero si durante diez tiroteos todas las balas enemigas han errado su objetivo y cuando el protagonista tenía una pistola en la sien ésta se ha encasquillado, la historia se vuelve aburrida y predecible. Es más, la invulnerabilidad del protagonista gracias a esa suerte prodigiosa terminará por evocar una sensación de amargura y hastío en el lector. Algo similar a lo que a muchos de nosotros nos pasó de niños con el Coyote y el Correcaminos. Todos estábamos deseando que el Coyote atrapase al condenado pájaro. Siendo el primero el que, por sus continuos esfuerzos y perseverancia, se ganaba el afecto del público, mientras que el Correcaminos recibía todo el odio por esa suerte absurda que siempre le acompañaba.
Tanto si beneficia a los buenos como a los malos, el abuso de los milagros hace que una trama sea tan estúpida que cualquiera perdería el interés en ella. Llega a un punto en el que sientes que el personaje es invencible, que una potencia divina vela por él y le facilita las cosas con ridículas casualidades. Lo curioso es que las escenas ejemplificadas anteriormente (salir ileso de un tiroteo o que un arma se encasquille en la sien) pueden darse en la realidad. De hecho, coincidencias muchísimo más increíbles han tenido lugar en el mundo real. Pero claro, son historias que contadas resultan increíbles. La propia palabra lo dice: increíble.
El pacto ficcional tiene un límite y unas cláusulas. Un lector puede creerse que en tu historia existan vampiros y dragones, pero no se creerá que, cuando el protagonista más lo necesite, aparezca su primo para salvarle la vida.
El Deus Ex Machina
En la literatura se denomina Deus Ex Machina al elemento externo que soluciona un conflicto de un modo ilógico e inapropiado, sin respetar la coherencia de la propia historia. Suele ocurrir cuando el escritor no ha desarrollado debidamente la trama, ni ha estudiado en profundidad la coherencia desde una perspectiva acorde con el mundo que plantea. Si el azar en una historia juega un papel milagroso y no existen magos que respalden esa “casualidad”, los lectores pensarán que se les estás tomando el pelo y el escritor se ganará su desaprobación. [Pincha aquí para aprender más sobre el Deus Ex Machina]
Por este motivo, siempre que hagas un giro inesperado de guión, o un personaje desaparecido aparezca en el último momento para salvar la escena, asegúrate de haber soltado alguna que otra pista en el transcurso de la historia. De manera que, cuando ese evento increíble ocurra, el lector se sorprenda al mismo tiempo que ve totalmente lógico lo ocurrido. Puedes presentar a un personaje secundario al principio de la historia y dejarlo en un segundo plano. Así, después de cien páginas, el lector se habrá olvidado de él completamente. Cuando ese personaje aparezca en la escena final para ayudar al protagonista, será una sorpresa y una rememoración al mismo tiempo, una pincelada perfecta para la historia. Pero si en lugar de sembrar esa escena previamente, haces que directamente un personaje desconocido aparezca de la nada para salvarle la vida al protagonista, créeme que el lector tirará el libro contra la pared con todas sus fuerzas. Se sentirá estafado. Sí, es una sorpresa. Pero es una sorpresa estúpida, un Deus Ex Machina que ha arruinado el clímax.
El Chicle en la Repisa
Otro elemento narrativo que debes conocer como escritor es el llamado Chicle en la Repisa. Éste explica y justifica a la perfección el por qué no deben existir elementos azarosos en una historia y por qué, como bien decía Anton Chejov, se debe justificar hasta el último detalle de una historia.
Si en el primer acto tienes una pistola colgada de la pared, entonces en el siguiente capítulo debe ser disparada. Si no, no la pongas ahí.»
Anton Chejov
Si destacas algún detalle o elemento durante la narración, úsalo. No dediques tiempo extra a describir elementos que no suponen ninguna importancia para la trama, de lo contrario despistarás y decepcionarás al lector. Por ello debes elegir cuidadosamente a qué dedicas las palabras en tu narración. No desperdicies frases con información superflua, ni inviertas poco tiempo en lo que realmente importa.
Cada uno de los detalles que aparezca en los primeros pasajes de la novela tiene que ser de utilidad en la trama de la misma. El lector estará pendiente de un chicle en la repisa que hayamos descrito en el primer capítulo; si no pasa nada con él ni se hace mención posteriormente, se sentirá engañado. Éste sabe, consciente e inconscientemente, que si un elemento aparentemente azaroso está en la escena, es porque tiene una función en la trama. Cualquier otro resultado desembocará en una decepción.
¿Pero de dónde viene eso de «chicle en la repisa»?
Se está celebrando una fiesta en casa de Andy. Una veintena de personas invaden su salón, bebiendo y hablando sin parar. Tom, el mejor amigo de Andy, se saca un chicle de la boca y busca un sitio donde tirarlo. Al no encontrar nada, lo deja sobre la repisa de la chimenea con un gesto displicente. Nadie se percata del chicle y la fiesta continúa.
Horas más tarde, Sara, una preciosa mujer con una larga melena rubia se pasea con su copa junto a la chimenea. A su cabello le faltan escasos centímetros para toparse con el chicle, pero algo llama su atención y se aleja de la repisa.
A la mañana siguiente, Andy está limpiando la casa y ve el chicle en la repisa. Lo limpia con un trapo y lo tira a la basura.
Si el escritor crea una situación aparentemente azarosa (en este caso, dejar un chicle en una repisa peligrosamente al alcance del pelo de Sara), pero la suerte no hace su trabajo como es debido, el lector se sentirá estafado.
Lo dicho, nada de azar. Si quieres sorprender al lector, juega con el doble sentido de las palabras, con las suposiciones, las sospechas y la intriga. Haz que todo pueda ocurrir en cualquier momento, pero que a la vez el simple hecho de que nada ocurra sea tan factible como un emocionante e inesperado giro de guión.