—Percival, estás siendo irracional —protestó Arabella, con voz trémula de indignación y miedo—. Alistair me ama y yo a él. No puedes interferir en esto.

Lord Percival clavó una mirada helada en su hermana.

—Es un serpiente, Arabella —replicó con una frialdad cortante—. Y que quieras unirte a él… C’est incroyable!

Lord Alistair Ravenswood, de pie al otro lado de la sala, esbozó una sonrisa llena de desdén. Avanzó unos cuantos pasos hacia Percival.

—Tu hermana es una mujer, Percival —dijo, lleno de condescendencia—. Puede tomar sus propias decisiones. Aún si no las apruebas.

Percival fulminó a Alistair con la mirada, al sentir la ira burbujeando justo debajo de su piel.

—Lo que tú y Arabella estáis haciendo es apuñalarme por la espalda, Alistair —gruñó—. ¡Sí, Arabella es una mujer y puede tomar sus propias decisiones, pero yo soy su hermano y protegeré su bienestar, coûte que coûte!

—No necesito tu protección, Percival —espetó Arabella, con ojos brillantes de desafío—. ¡Y menos aún si esa «protección» significa aferrarte a tus viejos rencores! Alistair me ama. Y yo lo amo a él. ¿No es eso lo que importa?

—¡Eso no es lo que realmente importa, Arabella! —gritó—. ¿Qué pasa con la lealtad? ¿Qué pasa con la familia? ¡¿Cómo puedes hacerme esto?!

Alistair se movió entonces, interponiéndose entre Percival y Arabella. Y allí se quedó, inamovible, con la mirada fija en Percival. Hubo un breve silencio en la sala, mientras los dos hombres se miraban fijamente.

—Percival —empezó Alistair, su voz más suave ahora, pero todavía dura—. No elegí amar a tu hermana para enfurecerte. Lo hice porque… porque ella me importa. Y Arabella… Arabella me eligió a mí.

Los ojos de Percival se estrecharon mientras observaba a Alistair. ¿Podía ser posible que Alistair estuviera diciendo la verdad? ¿Podría ser que realmente amara a Arabella? ¿O era todo un juego, una maniobra más en su eterna rivalidad?

—Eres un mentiroso, Alistair —respondió Percival, finalmente—. Y no permitiré que arruines la vida de Arabella con tus mentiras.

Arabella dejó escapar un grito frustrado, pero Alistair levantó la mano en señal de calma. Dio un paso más hacia Percival, con la mirada clavada en su rival.

—No miento, Percival. —La voz de Alistair era aterciopelada, casi una súplica—. Te pido que creas en mí. Por Arabella. Por todo lo que una vez fuimos…

Percival se quedó en silencio, luchando con las emociones que se agitaban en su interior. Desconfianza. Ira. Traición. Confusión.